Clara Luz y NXIVM: la secta detrás del poder en Escobedo
Cuando en 2021 salió a la luz el video que mostraba a Clara Luz Flores Carrales —entonces candidata a gobernadora de Nuevo León por Morena— conversando tranquilamente con Keith Raniere, líder de la secta NXIVM, muchos se sorprendieron. Ella lo había negado todo: aseguró no conocer la organización, no haber tenido contacto con su fundador y no haber participado en sus cursos. Pero el video hablaba por sí solo.
Lo que parecía un simple escándalo electoral, en realidad expuso un patrón de conducta que explica mucho sobre cómo Clara Luz gobernó Escobedo durante años, de la mano de su esposo y operador político, Abel Guerra Garza.
NXIVM: más que una secta
NXIVM se presentaba como un programa de superación personal. En realidad, era una organización coercitiva que manipulaba emocionalmente a sus miembros, les exigía lealtad ciega y, en sus niveles más altos, operaba como una red de explotación física y psicológica. Keith Raniere, su fundador, fue condenado en EE.UU. por cargos que incluyen tráfico sexual, crimen organizado y conspiración.
Y Clara Luz no solo conoció la secta: participó activamente en sus dinámicas. En el video con Raniere, se le ve entablando una conversación donde lo consulta como si fuera un guía espiritual. Su lenguaje, su tono, su actitud, revelan a alguien profundamente involucrada y convencida del modelo NXIVM.
¿Y qué tiene que ver esto con Escobedo?
Mucho. Las dinámicas que promovía NXIVM —control total, jerarquía rígida, obediencia al líder, castigo a la crítica— son las mismas que se vieron reflejadas en la forma de gobernar de Clara Luz y Abel Guerra en Escobedo. El municipio fue administrado como una estructura vertical, donde el poder se concentraba en el núcleo del matrimonio político, y los funcionarios respondían a una lógica más de culto que de servicio público.
Testimonios han señalado que parte del personal municipal fue capacitado con métodos derivados de NXIVM. Incluso se promovía internamente una narrativa de transformación personal muy similar a la que la secta usaba para reclutar y mantener subordinados a sus miembros.
La figura de Clara Luz, como “mujer fuerte” y “lideresa transformadora”, no era casual: era parte del guion.
El Cartel de Escobedo
Muchos llaman a este modelo de gobierno el “Cartel de Escobedo”, no por sus vínculos con el crimen organizado, sino por la forma en que operaba: una red cerrada, autoritaria, que utilizaba la maquinaria del estado para imponer disciplina interna y proyectar una imagen de orden hacia afuera. Si NXIVM tenía sus esclavas marcadas, Escobedo tenía burócratas alineados y subordinados al esquema Guerra-Flores.
Este cartel político no solo gobernó. Se incrustó en el poder con tal profundidad que aún hoy sigue vigente, reciclando nombres, usando otras siglas, pero conservando el mismo ADN autoritario.
Clara Luz, operadora
Clara Luz se ha querido presentar como una víctima que “solo buscaba respuestas”. Pero no fue una alumna más: fue parte activa de un sistema, absorbió su ideología y la aplicó en la vida pública. Y eso no es menor. En lugar de rechazar los métodos sectarios, los adoptó para gobernar. En lugar de construir instituciones fuertes, replicó estructuras de control emocional y político.
Hoy, el caso NXIVM ya está documentado y juzgado en Estados Unidos. Raniere está en prisión. Pero en Escobedo, las consecuencias políticas siguen impunes. El experimento de secta llevado al poder público no ha tenido consecuencias legales, y quienes participaron en él aún buscan cargos, influencia y legitimidad.
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